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Hay días que se quedan tatuados en la memoria no solo por los goles, sino por los gestos que dignifican al deporte. Y hoy, en el infierno del Estadio Nemesio Diez, fue un portugués de corazón noble quien nos recordó que la grandeza no solo se mide en cifras, sino en valores. Su nombre: João Paulo Dias Fernandes, aunque en México lo conocemos simplemente como Paulinho… y ya lo queremos como a uno de los nuestros.

Minuto 87. Toluca gana 2-1 a Santos Laguna en un duelo tenso, reñido, con el nervio a flor de piel. Paulinho cae tras un contacto con Javier Güémez, y el árbitro Luis Enrique Santander no duda en sacar la tarjeta roja. El guion ya lo conocemos: jugador expulsado, rival con uno menos, cierre del partido más cómodo. Pero Paulinho decidió romper el libreto.

Toluca anuncia renovación de Paulinho hasta 2028 tras ser campeón de goleo en el Apertura 2024X

La confesión de Paulinho a Luis Enrique Santander

El lusitano se levantó, miró al árbitro, y en un gesto que vale más que mil goles, pidió que la roja fuera retirada. Explicó que el contacto no fue malintencionado, que no le dolió, que todo estaba bien. Lo hizo con humildad, con convicción. Lo hizo porque todavía cree en la justicia dentro de la cancha.

Y sí, Santander escuchó. Cambió su decisión y dejó todo en una amarilla. Santos siguió con once. Porque gracias a Paulinho, el partido siguió siendo un juego limpio.

Pero eso no fue todo. Porque el portugués también hizo lo que mejor sabe: anotar. Marcó su noveno gol en el torneo Clausura 2025, colocándose a solo dos tantos de Díber Cambindo, el colombiano del Necaxa que lidera la tabla de goleo. Paulinho está encendido. Es contundente, inteligente y letal frente al arco. Pero más allá del killer del área, hoy se mostró como un verdadero caballero del balón.

La gran productividad de Paulinho con el Toluca

Paulinho llegó a México con un currículum europeo y una promesa de goles. Pero hoy, se está ganando algo más importante: el respeto, la admiración y el cariño de toda una afición. No por lo que hace con los pies, sino por lo que muestra con el corazón.

Y en un fútbol cada vez más lleno de simulaciones y polémicas, ver a un jugador detener el juego para decir la verdad es como ver caer una lágrima sincera: inevitablemente conmueve.

Gracias, Paulinho. Por el gol. Por el ejemplo. Por recordarnos que la verdadera victoria, a veces, es hacer lo correcto.

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